Los youtubers y Andorra: ¿qué se gana y qué se pierde?

De acuerdo con los datos de la propia Agencia Tributaria en España solo hay 11.367 personas que ganan más de 600.000 euros al año, es decir, menos del 0,03% de la población. Entre ellas no se incluyen El Rubius, The Grefg, Lolito, Willyrex o Vegetta777. Todos estos –youtubers y streamers españoles– obtienen rentas millonarias o cuasi millonarias pero las tributan en nuestro pequeño vecino del norte, Andorra. Tanto The Grefg como Lolito han explicado con claridad por qué viven en el país pirinaico: para pagar menos impuestos. Por su parte, El Rubius ha manifestado recientemente que Hacienda le ha tratado “como si fuera un delincuente” por las “inspecciones fiscales” a las que ha estado sometido. No obstante, ha llegado a afirmar –en tono cómico– que si le pusieran su nombre a un hospital no se iría a Andorra.

 

La principal diferencia entre tributar en España o en un país extranjero es la contribución al sistema de bienestar. En consecuencia, el lugar donde se pagan impuestos determina la financiación de dicho Estado, por lo que de ellos dependen todas las prestaciones que este otorga; como la sanidad, la educación, la justica, las pensiones o el transporte. Asimismo, los impuestos tienen una función de redistribución de la riqueza, que permite que se forme una sociedad económicamente más equitativa. Por lo tanto, toda persona que reside en un país permite, mediante los impuestos, el mantenimiento de los servicios públicos que recibe.

La clave del IRPF

Para entender la decisión de los youtubers hay que conocer el funcionamiento del IRPF. El Impuesto de rentas sobre las personas físicas es un tributo progresivo –cuanto más ganas, más porcentaje pagas– que grava la obtención de una renta. De este modo, todo el dinero que percibe una persona residente en España –independientemente de que provenga de un sueldo, un alquiler, la venta de una casa o su actividad de autónomo– está sujeto a IRPF.

 

Precisamente la esencia de este impuesto es la progresividad. Así pues, por ejemplo, si una persona ingresa 5.500 anuales (unos 460 euros al mes) está exenta de pagar. Por otro lado, alguien que gane medio millón de euros al año deberá abonar alrededor de un 47% de IRPF a partir de que sus ganancias superen los 300.000 euros. Ello es así debido a que el porcentaje aumenta en función de tramos recogidos en la Ley: los primeros 12.450 euros tributan al 19%, los 7.750 siguientes al 24%, los próximos 15.000 al 30%; y así sucesivamente hasta que las ganancias superen los 300.000€, las cuales tributarán siempre al 47%. A este individuo –al contrario de lo que se dice– no le quitan la mitad de todo lo que gana, sino que tiene que pagar el 47% a partir de 300.000 euros. Por consiguiente, al percibir medio millón de euros, tiene que abonar a Hacienda en torno a 200.000, aunque esta cifra cambia en función de la CC.AA.

Hay que tener en cuenta que en España el salario medio anual se sitúa en 27.537 euros, lo que supone pagar un 30% de IRPF como máximo (solo unos 7.750€ corresponderán a este porcentaje). Por lo tanto, podemos concluir que el español medio paga al año 4.000€ en concepto de IRPF. Cuanto más se gana, más porcentaje se paga.

Fuente: Billin.net

¿Por qué Andorra?

Los países de nuestro entorno (Francia, Portugal, Alemania, Italia, Bélgica) tienen un porcentaje máximo de IRPF similar al español, entre el 43% y el 55%. Sin embargo, en Andorra se paga un 10% de impuesto sobre la renta, independientemente de la cuantía de esta. Da igual que ganes 1.000 euros o 10 millones, el fisco andorrano te exige siempre el 10%. De acuerdo a un estudio de la empresa financiera estadounidense CashNetUSA, Ibai Llanos –nombrado mejor streamer del mundo en Twitch– ha ganado en 2020 1,15 millones de euros. Por ende, al ser residente en España, Ibai deberá abonar cerca de 480.000€ de cuota de IRPF. Sin embargo, si viviera en Andorra solo pagaría 115.000€, una diferencia de 365.000 euros, 347 veces el sueldo mínimo interprofesional. Hay youtubers que hacen este simple cálculo –y sin tener en cuenta otro parámetros– deciden trasladarse a Andorra.

 

Pese a todo ello, «Andorra es un país fiscalmente serio –desde el 2015 dejó de ser un paraíso fiscal– y tiene un sistema tributario real, pero con un impuesto sobre la renta muy bajo. Los que se van allí es porque el sistema fiscal es más beneficioso y porque el país está cerca de España; aunque este también tiene sus carencias», afirma Miguel Pérez de Ayala, profesor de Derecho Tributario de la Universidad CEU San Pablo y asesor fiscal. «En cuanto a las fugas de capitales, si se conciben las obligaciones tributarias como algo puramente coactivo, es decir: “pago impuestos porque me obligan a ello”, la solución puede pasar por irse a un sistema tributario más benigno, como el andorrano. Sin embargo, si concebimos el sistema tributario como un sostenimiento de un Estado de bienestar –incluso con todos los problemas que este tiene– la fuga deja de ser algo meramente legal para ser algo que quiebra la solidaridad». Al final, entra en juego la moral de cada uno.

Ética fiscal

Según Miguel Pérez de Ayala la ética fiscal es «el comportamiento que se tiene ante determinado sistema tributario –y sin entrar en porcentajes, normas y límites– depende mucho de la objetividad de la persona. No es lo mismo decir: “yo pago impuestos porque me lo exigen, y si puedo me escaqueo y me escapo”, que afirmar que “pago impuestos para mantener un sistema de bienestar y poder ayudar a la distribución de la riqueza”. El primero se excusará muchas veces, con pretextos más o menos serios o más o menos tontos, como que “los políticos roban” o es que “el de al lado no paga”. Sin embargo, el segundo quiere encontrarse con una respuesta estatal y social ante ciertas situaciones vitales».

 

Para poder generar una ética fiscal propia es necesario entender a dónde van nuestros impuestos, o lo que es lo mismo, conocer, aproximadamente, el gasto público. De acuerdo a los datos del Ministerio de Hacienda, el 63% del gasto público se destina a la promoción social y a los bienes y servicios públicos básicos; como la sanidad, la educación, las pensiones, el desempleo o la cultura. Mientras tanto, el 37% restante va dirigido a actuaciones de carácter general o económico, tales como el pago de deuda pública, la industria, las infraestructuras o la aportación española a la Unión Europea. En la última encuesta del CIS sobre política fiscal –publicada en julio de 2020– un 63,3% de la población española considera que los impuestos son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios públicos. Por otro lado, casi ocho de cada diez españoles creen que los tributos no se recaudan con justicia, es decir, que deberían pagar aún más los que más tienen.

La susceptibilidad de los más jóvenes

El informe “Generación Z, el último salto generacional”, elaborado conjuntamente por la consultora de comunicación Atrevia y la Universidad de Deusto, pone de manifiesto que los centennials, nacidos entre 1995 y 2010, son mucho más autónomos y autodidactas. Los jóvenes Z han vivido siempre en un entorno completamente digital, con el que se relacionan de manera personal y privada. Todo ello ha dado lugar a una generación eminentemente individualista, que actúa según su propia voluntad. Los youtubers e influencers de hoy en día –que se encuentran a caballo entre los centennials y los millenials– son el claro ejemplo de este individualismo cuando, de acuerdo a su ética fiscal, se trasladan a Andorra por temas tributarios.

 

Nada más lejos de la realidad, que un reducido número de creadores de contenido deje de contribuir fiscalmente en España no supone una amenaza para el actual Estado de bienestar, sustentado por la clase media. No obstante, uno de los principales problemas que surgen es la idea que le pueden estar inculcando a sus seguidores, mayoritariamente gente joven. Con el confinamiento –enmarcado en la nueva economía digital– ha quedado patente que el teletrabajo y el desempeño laboral telemático van a aumentar exponencialmente en el tiempo. Un adolescente de 12 o 13, seguidor de estos youtubers, es probable que acabe trabajando desde casa a la vez que es consciente desde muy pequeño que vivir seis meses al año en Andorra le hace acumular bastante más dinero, pero desconociendo a costa de qué: se gana en codicia pero se pierde como sociedad.

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