Elena Pastor Curiel

El pasado martes 21 de enero se estrenó “Esta es una historia real’: un documental sobre Gregorio Ordóñez impulsado por CEU-CEFAS y la Comunidad de Madrid. Aunque este es un documental de interés general, en su presentación sus impulsores explicaron que el reportaje está especialmente dirigido a los jóvenes, a aquellos que nacimos años después del asesinato de esta figura.

Empecé ese día conociendo cuatro datos fríos y distintos sobre Gregorio Ordóñez. Lo terminé llorando su muerte como si le hubiera conocido personalmente. En solo unas horas, mi visión de la organización terrorista ETA y la situación del País Vasco cambió para siempre, como por arte de magia. Pero no fue magia: fueron apenas 40 minutos de video y una hora de coloquios. 

Antes de asistir a la presentación, no entendía la necesidad de un homenaje así, con figuras de la talla de José María Aznar o Isabel Díaz Ayuso. Pero qué se puede esperar del entendimiento de estos temas de alguien nacido en el 2006, cuando de ETA apenas se habla hoy en día. Apenas aparece en los libros de texto, no tiene la menor importancia en la EVAU… Mientras que otros temas de la historia reciente están continuamente ‘en el candelero’, los hechos históricos relacionados con esto ni siquiera aparecen en los tests de cultura general. Eso es lo que los creadores del documental pretenden cambiar. 

El documental narra la historia de Gregorio Ordóñez a través de quiénes le conocieron de manera más cercana, centrándose especialmente en su mujer, Ana Iríbar; y su compañera y amiga que presenció su asesinato, María San Gil; pero también aparecen personajes como su propio hijo, Javier Ordoñez, y el ex-presidente del gobierno José María Aznar. La película comienza con la visión de Ana Iríbar paseando por la ciudad que tanto amaron, la ciudad por la que Gregorio Ordóñez dio la vida: San Sebastián. Primero nos maravillamos con una bahía de la Concha brumosa y unas tomas del peine de los vientos, pero las imágenes se tornan escalofriantes al ver pasar a Ana Iríbar delante del bar donde Gregorio Ordóñez fue asesinado, que sigue abierto igual que entonces. Un lugar transitado y a plena luz del día, por el que cualquier viajero habrá pasado distraído por las luces de cualquier tienda de turistas cercana. 

A lo largo del documental se entremezclan las imágenes de atentados, manifestaciones y las declaraciones públicas de Gregorio Ordóñez y videos inéditos de su vida privada. Ana Iríbar y María San Gil hablan de Gregorio con una vividez extraordinaria, como si el asesinato huibiera ocurrido ayer y no hace 30 años. Se consigue que los espectadores jóvenes, que nunca vivieron a la vez que nuestro protagonista, entiendan qué se estaba viviendo en el País Vasco entonces y qué le llevó a encabezar la lista de Alianza Popular: algo que hizo no por ser elegido entre varios candidatos, sino porque nadie más quería ocupar un cargo tan arriesgado. Al contar su historia desde la juventud, en un formato parecido al de una película, realmente se comprende el proceso mental que tuvo Gregorio Ordóñez, se llega a comprender por qué no se retiró cuando le enviaban amenazas o le dejaban balas en el casillero. El testimonio de dos mujeres que vivieron de primera mano esos años, hacen que las macabras imágenes de autobuses quemados y explosiones tomen significado: jamás se me habría ocurrido que realmente los asesinatos de ETA eran un tabú, no se hablaba de ello en la calle, solo se hablaba de ‘los derechos del pueblo vasco y la liberación’. Jamás habría podido entender lo que era ser político en aquella época hasta que Ana Iríbar explica como Alianza Popular actuaba como un partido clandestino mientras que Herri Batasuna daba sus conferencias y mítines sin el menor apuro.

El documental es conmocionante: puede hacer que se le meta algo en el ojo a cualquiera. Pero una vez pasadas las lágrimas, hay algo a lo que todo el documental invita: a luchar contra el olvido. No quiero volver a pasar por las calles de bares de San Sebastián sin saber lo que allí ocurrió. No quiero sentarme inconscientemente en la misma mesa que Gregorio Ordóñez y María San Gil cuando querían tomarse un pintxo aquel día. Es descorazonador que a muchos espectadores lo que más les asombra de los videos de Gregorio Ordóñez es la clareza con la que habla sobre ETA, su desprecio por lo políticamente correcto, la naturalidad con la que hace declaraciones… Cómo puede ser que nos sorprenda ver a un hombre decir: “Si el gobierno negocia con ETA, estamos prostituyendo la democracia, más vale comprarse una pistola en vez de votar” Pues a veces parece que no se entiende que ETA no solo mataba en señal de protesta, asesinaba a sangre fría a sus adversarios como estratégica política, era su manera de impedir que los adversarios ganaran las elecciones. 

Lo único que ha faltado en este documental es la frase que José María Aznar pronunció en la presentación:  “Matar no tiene premio, pero dejar de matar tampoco debería tenerlo” E impedir que tengan ese premio, es lo que los jóvenes podemos hacer: tomar el testigo de los que algún día no podrán contar su historia y no olvidar. La historia es víctima de malos cuentacuentos: cada uno la relata según le convenga. Intentemos desbrozar la verdad entre esas versiones que construyen Españas muy distintas. 

Elena Pastor Curiel
Elena Pastor Curiel

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